La novena película del gran David Lynch nos presenta a Betty Helms (Naomi Watts) una joven aspirante a actriz que llega a Los Ángelescon la ilusión de convertirse en estrella de cine y se aloja en el apartamento de su tía. Es allí donde conoce a la enigmática Rita (Laura Harring), una atractiva mujer que tras un accidente padece amnesia, y que la tía de Betty ha acogido en su casa cuando deambulaba por Mulholland Drive sin saber qué ha pasado. Betty y su tía se ponen manos a la obra para saber las causas del accidente y cómo Rita llegó hasta allí. En su bolso sólo encuentran una llave y un fajo de billetes. ¿Quién es Rita?
Mulholland Drive se creó como un capítulo piloto de una serie televisiva que nunca se rodó, y como en Carretera perdida (1997) se ve surcada de misteriosos parajes rebosantes de fantasías oníricas. El director de Montana sumerge al espectador en un laberinto de sensaciones, ensoñaciones, paisajes alucinantes y caminos sin retorno que enmarcan un relato de historias cruzadas, duplicidades y múltiples interrogantes para los que no existen respuestas. Mulholland Drive es un jeroglífico inextricable que nos aboca a un final anticlimático y desconcertante.
Y es que prácticamente nada parece tener sentido en una trama construida con piezas de un puzzle pesadillesco y caleidoscópico. Es en la confusión, en el caos donde Lynch encuentra el orden. De ahí que se tome la licencia de utilizar a las mismas actrices para dar vida a diferentes personajes. Se trata al fin de lanzarse a un proceloso viaje al fondo de la mente de una mujer amnésica para intentar descubrir su identidad y, de paso, su pasado y tal vez su futuro. Con una maravillosa banda sonora a cargo de Angelo Bdalamenti, la película brilla por sus potentes imágenes y, sobre todo, por la extasiante relación tanto física como emocional, tan sugerente como irracional, que inicia la candorosa Betty con la voluptuosa Rita.
Su extenso metraje se ve truncado por un intermezzo apasionante y hermoso, punto de quiebra de la narración que sólo sirve para desorientar más espectador, representando la otra cara de una misma moneda que abre dimensiones inhóspitas y extrañas bifurcaciones… Y, como fondo, un Hollywood decadente que devora vidas y destruye sueños. Atención a la terrorífica escena del Diner y la bellísima canción “Llorando” interpretada de manera magistral por Rebekah del Río en una de esos teatros de telón rojo tan icónicos del cine de Lynch, que con este film ganó el Premio al Mejor Director en el Festival de Cannes de 2001.