JOYAS DEL CINE ERÓTICO: “ORQUIDEA SALVAJE” (1990)


    Zalman King(1942-2012), actor, escritor, guionista y director estadounidense que había colaborado con Adrian Lyne en el guión de Nueve semanas y media (1986) y conocido por incluir el erotismo en casi todas sus películas, dirigió en 1990 este fallido film con un guión propio  y de Patricia Louisianna Knopp, una historia que nos presenta a Emily Redd (Carré Otis) una joven y hermosa abogada que viaja a Río de Janeiro acompañada de Claudia (Jacqueline Bisset) una importante mujer de negocios, para cerrar un trato multimillonario. En Brasil, no puede sustraerse a la sensualidad que la rodea. Un antiguo amor de Claudia, Wheeler (Mickey Rourke) guiará a Emily a través de un mundo excitante que desatará en ella sus más primitivos deseos.

     
    Suponemos que lo que deseaba Zalman King con este truño era repetir el apoteósico éxito en taquilla de Nueve semanas y media, pero también era fácil adivinar que con un guión tan zarrapastroso, una dirección tan obtusa y plana y unas interpretaciones sonrojantes la cosa derivaría en un despropósito de dimensiones siderales. Aun así, funcionó bastante bien en un plano comercial porque el engendro nos regala el debut de la bellísima modelo y actriz californiana Carré Otis en unas secuencias de desnudo en las que brilla de manera deslumbrante. La modelo de 1´76 m de estatura inició su carrera a los 16 años y apareció en la portada de Elle en 1986.

     
     A partir de entonces, todas las revistas de moda requirieron su concurso, incluso Playboy por motivos más que evidentes. Dos años después de intervenir en esta película se casa con Mickey Rourke, un turbulento y escandaloso matrimonio que duró seis años y que la modelo detalla en un libro autobiográfico, en donde cuenta los maltratos físicos y psicológicos que sufrió por parte del actor, y cómo intentó suicidarse con un cóctel de somníferos y alcohol y su temprana adicción a la heroína. Carré, que ahora tiene 49 años, ha declarado que no le guarda rencor. Pero en 1990 la actriz tenía 22 años y Rourke 38, aun así entre la pareja parecía existir química y el glamour que rodea a los estrellas de cine, a pesar de que Mickey Rourke había comenzado ya su etapa de decadencia, con sus ridículos en los cuadriláteros y sus adicciones a las drogas y el alcohol.

    
    Orquídea salvaje es un engendro pretencioso, irritante y de un pobre esteticismo, jamás supera las cotas mínimas de los valores cinematográficos exigibles y ni siquiera guarda una cierta coherencia argumental, pues la trama es sólo es un pretexto para desarrollar varias escenas tórridas y perversas a las que ni la fotografía pone énfasis  y que están punteadas por una plúmbea banda sonora. Todo está contado sin gracia ni talento y lo primero que hace la “ingenua” protagonista nada más llegar al hotel de Río es tener un ardiente encuentro con un atractivo brasileño. 


     Chirría, por otra parte, el aislamiento en el que vive Rourke (con el aro en la oreja y su rosario en la mano) y su fobia a tocar a las mujeres, sin embargo, se nos presenta como un pervertido sexual. Tal vez, el aficionado voyeur piense que todo se puede dar por amortizado si se puede disfrutar de escenas de alto voltaje como la que clausura el film y que se impone como la más cuidada de la función junto con el paseo en Harley por las rutas de Río de Janeiro. En fin, seducción, dominación, prostitución y voyeurismo para un relato que jamás encuentra la nota dramática y que ni el concurso de Jacqueline Bisset y Asumpta Serna logran evitar el más absoluto desastre.