CRÍTICA: "ROGUE ONE: UNA HISTORIA DE STAR WARS" (2016)

Producto fast-food para incondicionales de la saga
"ROGUE ONE: UNA HISTORIA DE STAR WARSêê
Director: Gareth Edwards
Intérpretes: Felicity Jones, Diego Luna, Ben Mendelsohn, Mads Mikkelsen, Forest Whitaker, Donnie Yen.
Género: Ciencia ficción / EEUU / 2016  Duración: 133 MINUTOS.   

      
     En 1977 George Lucas como guionista y director creó una de las aventuras galácticas más exitosas de todos los tiempos, La guerra de las galaxias. Episodio IV: Una nueva esperanza (Star Wars). Fui testigo de ello cuando asistí al estreno siendo un tierno infante y enseguida capté que lo que acababa de visionar se convertiría con el tiempo en la piedra Rosetta de un universo de leyenda, un clásico, un film de culto cuyo universo y folclore iba a marcar un punto de inflexión en la historia del cine de ciencia ficción y odiseas espaciales.


    Todo esto era evidente por el alborozo de un público que llenaba a reventar la sala… pero esas sensaciones nadie las hubiera detectado en mí; el artefacto soltaba humo, humo a plagio de La fortaleza escondida de Akira Kurosawa, humo a “El Señor de los Anillos” de Tolkien y “Dune” de Herbert, y sobre todo humo a copia en ocasiones mimética del cómic francés “Valerian”, por lo que aquello de la imaginación desbordante quedó en entredicho. He de reconocer que nunca he sido fan de esta saga tan agobiante a pesar de que la ciencia ficción se encuentra entre mis géneros favoritos, y tal vez mi desconexión se debiera a lo pueril del relato y a ese refrito.

      
     Tras el embrollo de secuelas y precuelas, nos llega ahora esta Rogue One: Una historia de Star Wars dirigida por Gareth Edwards(Monsters, Godzilla), el primero de los tres spin-offs previstos de la franquicia. El film nos presenta a la recluta rebelde Jyn Erso(Felicity Jones) que está punto de experimentar su mayor desafío hasta le fecha. La senadora y líder secreta de la Alianza Rebelde, Mon Mothma (Genevieve O´Reilly) le ha confiado una importante misión: robar los planos de la Estrella de la Muerte, la poderosa arma del Imperio Galáctico que tiene a Orson Krennic (Ben Mendelsohn) como director de seguridad, un arma secreta y brutal capaz de hacer saltar por los aires planetas enteros en un pestañeo. La joven cabecilla contará entre otras con la ayuda del capitán Cassian Andor (Diego Luna).


     Insisto, como he confesado en múltiples ocasiones que no formo parte de los enfervorecidos feligreses que con empeño cumplen con todos los sacramentos de la infantil liturgia, resultaba difícil que este episodio pudiera hacer de mí un exaltado creyente, entre otras cuestiones porque considero que la saga está ya muy sobreexplotada, porque siempre me cuentan lo mismo con ínfimas variaciones y los personajes aportan cada vez menos carisma. No nos engañemos, Rogue One y los dos spin-offs que nos esperan en años venideros sólo tienen sentido como fuente de recursos e ingresos para seguir explotando la gallina de oro y ofrecer así a su inmensa legión de fanáticos frikis la metadona que necesitan hasta la próxima entrega. Con la premisa de recuperar los planos de la Estrella de la Muerte (que la princesa Leia escondió en el interior del R2-D2) este episodio suelto actúa como espejo de otras entregas de la saga sin que aporte ninguna novedad relevante. Da igual porque ahora que la franquicia es propiedad de Disney, el estreno de aventura tan simplona y vacía de verdadero contenido se convertirá en todo un acontecimiento excelsamente manufacturado y promocionado.

      
     No será con el ensamblaje virtual de personajes míticos como Peter Cushing o Carrie Fisher, ni con la efímera presencia de Darth Vader, R2-D2 y C-3PO como este esqueje cortado de la planta madre logrará captar la atención de un público que no sienta como suyo un universo ajeno en el que las reminiscencias bélicas a obras maestras como Apocalypse Now están bien presentes, y en donde los personajes son sólo peones al servicio de otros legendarios e inmarcesibles que están ya instalados en el Olimpo de los dioses.

    
      La mezcla de razas y nacionalidades en el elenco que nos presenta la nueva entrega es sólo un apunte más que intenta dotar de un toque políticamente correcto y actual las derivadas de un mundo globalizado, y será un puñado de héroes de distinto origen quienes arriesgarán sus vidas en una misión suicida ante la amenaza que supone esa letal estación de nombre tan siniestro. Con un diseño de producción a la altura del presupuesto, esmerados efectos visuales y hartazgo de CGI, a la función le sobra cháchara filosófica y política y le falta vértigo e intriga, con una banda sonora orquestal ideada para dar énfasis a cada plano, a cada secuencia y discurso rimbombante, el grupo de valientes trata en todo momento de hacernos creer que su misión lejos de ser un juego va en serio, pero todo es en vano, nada de lo que sucede resulta memorable o auténtico, y Rogue One es sólo una pieza más de una maquinaria perfectamente controlada que escupe dólares.