JOYAS DEL CINE ERÓTICO: "FUEGO EN EL CUERPO" (Lawrence Kasdan, 1981)


"BODY HEATêêêê


    Lawrence Kasdan (Miami Beach, 1949) estudia literatura en la universidad de Michigan, escribe guiones que no coloca en ninguna parte, no obstante, es llamado por George Lucas para que colabore con él en el guión de El imperio contraataca (1980) de la que Lucas es productor y dirigida por Irvin Kershner. Firma también el libreto de En busca del arca perdida (1981) de Steven Spielberg, y El retorno del Jedi(1983) de Richard Marquand. Debido al éxito y al prestigio de algunas de estas producciones lleva a cabo su gran sueño, que consiste en dirigir sus propios guiones. Así, debuta en el año 1981 con Fuego en el cuerpo, y un par de años más tarde rueda Reencuentro, un relato intimista que narra cómo un grupo de universitarios se reúne tras quince años de separación con motivo de la muerte de uno de ellos. Silverado (1985) es un western con un reparto magnífico, que resulta atractivo por lo que tiene de homenaje a los clásicos del género. En 1983 realiza también uno de sus mejores films, El turista accidental, a medio camino entre la comedia y el drama cuenta la historia de un hombre que a causa de la pérdida de su hijo siente como se derrumba toda su existencia.  Te amaré hasta que te mate (1990) es una floja película basada en un caso verídico pero realizada con tal torpeza y desgana que es con mucho su peor película. Sin embargo, al año siguiente demuestra que sigue estando en forma con Grand Canyon (El alma de la ciudad), una reflexión sobre la violencia que genera el sistema de vida americano y que desarrolla su acción en Los Ángeles. Wyatt Earp (1994) un western tradicional, French kiss (1995), y el fallido film coral Munford (1999) son algunas de sus últimas películas.

    
    Fuego en el cuerpo es una tórrida historia policíaca en la más pura esencia de la literatura y el cine negro. En ella seguimos a la ambiciosa y hermosa Matty Walker (Kathleen Turner) que contacta con el joven abogado Ned Racine (William Hurt) y calculadamente, tras seducirle, le convence para que asesine a su marido, Edmund Walker (Richard Crenna) un rico industrial de los negocios  inmobiliarios, y así poder heredar la mitad de sus bienes. Con la ayuda de Ted Lewis (Mickey Rourke) un delincuente que debe un favor al picapleitos y se encuentra en la cárcel cumpliendo condena, planearán el crimen perfecto, pero no todo saldrá como Ned había planeado.



    Rodada en las playas de Miami Beach, ciudad natal del director, situada en la costa sudoriental de Florida, nos encontramos ante uno de los más elegantes y frecuentados centros balnearios de Estados Unidos. La exuberante vegetación y el calor pegajoso que se desprende de su clima tropical húmedo, nos hace evocar perfiles como el de la carnal “vampiresa” Matty Walker. Tomando como referencias ilustres dos films míticos del cine negro, como son Perdición (Billy Wilder, 1944) y El cartero siempre llama dos veces (Tay Garnett, 1946) el mayor acierto del film reside precisamente en mostrar de forma más o menos explícita lo que aquellas películas escamoteaban, debido claro está a la censura, y que no es otra cosa que el factor gráfico del erotismo, sin cuya plástica estoy convencido que Fuego en el cuerpo perdería muchos enteros. Reconociendo pues, que Kasdan sabe extraer todo el atractivo erótico a las escenas de sexo y a la debutante Kathleen Turner, potente en su retrato al más puro y tradicional estilo de femme fatal, un sentido, el de la fatalidad, que no logra imprimir un carácter definitivo al relato, tal vez porque el realizador confiere una excesiva importancia a la relación casi animal, salvajemente lujuriosa que se trae entre manos la pareja protagonista, y que diluye de forma gradual-a pesar de la noche, el calor y la compleja historia- la trama policial, que seguimos a partir de un determinado momento con cierta desgana. Con todo, Body Heates en su conjunto un thriller interesante, al que perdonamos algunas burdas líneas de diálogo como la siguiente:
    Ned - ¿Estás bien?
    Matty - Admirable, aunque con el ajetreo me sube la temperatura a cien.
    Ned - Precisarás una puesta a punto.
    Matty - y naturalmente tu tienes la herramienta justa.

   
    Escribo interesante porque resulta un buen intento por revitalizar el cine negro que en la época era prácticamente inexistente, y que al no contar ya con el corsé moralizante de la censura nos hace observar como el sudor, consecuencia del sofocante y húmedo calor, puede ser un estupendo lubricante para unos cuerpos que arden en deseo en un clima tropical que enciende la llama de la pasión. Resulta relativamente obvio para Matty sospechar -una vez que ha fisgoneado en la chaqueta que Ned ha dejado apoyada en la barandilla- que ese abogado de tres al cuarto, tan impulsivo y ardiente -Kasdan lo dibuja como un adicto al sexo, al que le ponen las tías con uniforme: camareras, enfermeras-, puede ser la víctima ideal para llevar a cabo el trabajo.

  

      Del mismo modo que creemos totalmente factible que Ned, cegado por la bella y lasciva mujer, se vuelva manejable y acabe encoñado con ella, todo esto sin hacer caso de las advertencias de los colegas que le previenen de los peligros que le puede acarrear seguir con esas relación, aconsejándole que lo más racional sería escapar cuanto antes de sus redes. Ned Racine no sólo no hace caso, sino que está convencido que la pasión que ella le demuestra no puede ser falsa, nadie es capaz de fingir tan bien encima de unas sábanas, quizás si hubiera leído antes el anuario correspondiente al año 1968 del Instituto Wheaton Cougars sus huesos no se pudrirían en la cárcel, porque debajo de la fotografía de una sonriente colegial Matty reza:

  Mary Ann Simpson “la vampiresa”. Sus aspiraciones: ser rica y vivir en un país exótico. Ella acaba cumpliendo su sueño en algún lejano e insólito país, y un tipo, que se encuentra tumbado a su lado, le comenta el calor que hace, ella asiente sin tan siquiera mirarlo, dando a entender que una vez que ha conseguido lo que deseaba nada humano le importa.


    En fin, muy aceptable muestra de cine negro de los ochenta, que incluye elementos sugerentes como la codicia, la humedad, la pasión, el sexo y el asesinato. También resulta determinante, para redondear el magma atmosférico, la melancólica música de saxo a cargo de John Barry, que eleva el clima libidinoso entre una maraña de ventiladores. Algunas lagunas de guión no desmerecen el buen libreto de Kasdan... y ¡ah!, Kathleen Turner, con problemas siempre para guardar la línea, reconoció haberse puesto verrionda durante el rodaje de algunas escenas, ¿extraño? No, todos nos pusimos como burros en primavera sólo mirándola.