“ALIEN: COVENANT” êêê
DIRECTOR: RIDLEY SCOTT.
INTÉRPRETES: MICHAEL FASSBENDER, KATHERINE WATSON, BILLY CRUDUP, DEMIÁN BICHIR, DANNY MCBRIDE, CARMEN EJOGO.
GÉNERO: CIENCIA FICCIÓN / EE.UU. / 2017 / DURACIÓN: 123 MINUTOS.
Aclaremos algo: Alien, el octavo pasajero (Ridley Scott, 1979) es una obra maestra irrepetible. Un criterio universal que hace que este film esté incluido en todas las listas de las mejores películas de la historia y que ocupe un lugar prominente en mi exclusiva selección de las mejores películas de ciencia ficción de todos los tiempos. ¿Estamos de acuerdo? Porque si no da igual, lo que importa es que al menos yo no voy a ser tan estúpido de admitir comparaciones. Recordemos de paso que en el año 2012 Scott encaró con demasiada ambición la irregular Prometheus a pesar de ser consciente de que contaba con una línea argumental pobre y sólo el efecto viral generó una expectación desmedida. Es cierto que el guión que entonces firmó Damon Lindelof era excesivamente laberíntico, abstruso, recargado de diálogos pueriles y vana trascendencia.
Con Alien: Covenant, Ridley Scott regresa al universo de ciencia ficción terrorífica de Alien que el mismo creó con un relato que se puede entender como una segunda parte de Prometheus. Veamos: Rumbo a un remoto planeta al otro extremo de la galaxia, la tripulación de la nave Covenant, compuesta por varios personajes además del androide Walter (Michael Fassbender) tiene como objetivo ser la primera misión colonizadora a gran escala. Al aterrizar en un extraño lugar descubren lo que parece ser un paraíso desconocido. Pero los integrantes de esta expedición pronto descubrirán que no están solos allí, y su misión acabará convirtiéndose en una lucha por la supervivencia en un ambiente hostil y peligroso. Los terribles xenomorfos no se lo pondrán fácil a los miembros de la nave Covenant.
Alien: Covenant es ante todo un jugoso y nostálgico ejercicio autorreferencial que, con buen acierto, rememora los momentos más conseguidos y recordados de la saga, un universo que su director conoce como nadie. Insistiremos una vez más que Alien, el octavo pasajero marcó un punto de inflexión en el cine de ciencia ficción y, escrito está, es una película magistral e inimitable, pero tal vez sea hora de que alguien diga que James Cameron, David Fincher y Jean-Pierre Jeunet también aportaron esencias de su talento para que no se apagara el latido del corazón de la espeluznante criatura xenomorfa, y ninguna de las entregas que firmaron puede considerarse despreciable, pero es la segunda, Alien: El regreso (James Cameron, 1986) la más destacada.
Sorprende eso sí, que el futuro que nos dibuja esta precuela sea mucho más avanzado tecnológicamente que el que nos presentaba el film seminal, y eso que se supone que la acción que acontece es anterior. Pero como siempre en Alien, la historia está centrada en la lucha de la raza humana por no desaparecer y de los taimados alienígenas por extinguirla. La acción tarda en arrancar y en algunos momentos puede resultar discursiva, aunque no del modo reflexivo, metafísico y teológico de Prometheus. En la cinta encontramos muchos elementos reconocibles de la saga y un inconfundible aroma pulp que agradecemos sabiendo que el presupuesto ha sido bastante alto, también un guiño a Blade Runner con ese androide al que da vida Michael Fassbender en un estremecedor doble papel de androide que desprende efluvios que nos recuerdan a los replicantes de Blade Runner. A diferencia del film original la mayor parte de la acción sucede fuera de la nave Covenant, en un planeta lejano que puede resultar la salvación para la tripulación o su tumba.
Estamos, amigo lector ante un artefacto plenamente disfrutable porque Scott se desmelena y suelta bridas ejecutando una aventura de terror cósmico desquiciada, oscura y sangrienta, exquisitamente esteticista y dinámica. Una locura que los pagafantas puristas de la saga quizá no perdonen, pero que agredecemos todos los que apostamos porque la supervivencia de la mítica franquicia sólo pasa por el desmadre y, por qué no, la autoparodia.
Puede resultar algo chapucera la manera de atar cabos con la cinta anterior pero la fórmula sigue siendo la misma: parásitos que atacan a los seres humanos para incubar porque esa es su condición, la presencia del legendario, viscoso e imponente monstruo de mandíbula de acero, cabeza apepinada y larga cola, persecuciones claustrofóbicas, humanos explorando planetas ignotos (atención a la siniestra y calcinada fortificación en la que se adentra y que esconde espantosas sorpresas) y el ritual de sangre final. Por supuesto, el Alien es el protagonista de las mejores y más aterradoras secuencias realizadas todas con un despliegue de efectos visuales apabullantes. Un delirio que nos muestra una pesadilla más atroz, un monstruo cada vez más despiadado y sediento de sangre que nos hace evocar sensaciones hasta ahora reprimidas desde la fundacional Alien.