CRÍTICA: "TOWER" (Keith Maitland, 2016)


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   Tower es una interesante película documental que fusiona imágenes reales con imágenes animadas para situarnos justo el día 1 de agosto de 1966. Ese caluroso día, Charles Whitman, un ex marine de 25 años, mató a 15 personas e hirió a otras tantas en el campus de la Universidad de Texas en Austin. Pertrechado en el mirador de la famosa Torre del Reloj del centro universitario y armado con un arsenal, disparó indiscriminadamente con un rifle de precisión a todas las personas que asomaban por la mira telescópica. Previamente había asesinado a su madre y a su esposa (para que, según él, no sintieran vergüenza ante lo que iba a hacer), así como a tres personas dentro de la torre. Algunos de los heridos murieron posteriormente y Whitman fue abatido por los agentes de policía Ramiro Martínez y Houston McCoy.


      El mensaje se repetía insistentemente en los medios de comunicación de Austin ese 1 de agosto de 1966: “Aléjense de la zona universitaria, hay un francotirador en la torre y está disparando”. El sitio del campus de la University of Texas duró 96 minutos, lo mismo que esta magnífica película dirigida por Keith Maitland, que poniendo en práctica una fascinante técnica que combina imágenes de archivo del suceso con la animación, nos acerca a la reconstrucción de una tragedia que ha quedado reflejada en la historia como el primer tiroteo masivo en un centro educacional. Luego, desgraciadamente, vinieron muchos otros.

   
   Tower cuenta con un prodigioso montaje para desarrollar una técnica visual y narrativa innovadora que Maitland desarrolla con excelencia para ofrecer diferentes perspectivas y puntos de vista sobre aquel infernal tiroteo perpetrado por Whitman (un tipo blanco, rubio y de clase media), que escupía muerte con su rifle mientras el calor derretía el asfalto. Utilizando como banda sonora grandes éxitos de la época e intercalando entrevistas con los supervivientes de la matanza y los héroes que jugándose la vida ayudaron a algunas víctimas heridas tendidas en el suelo del campus (como la joven embarazada de ocho meses Claire Wilson, cuyo feto murió y que quedó tendida junto a su novio muerto) el film nos ofrece un enfoque humanista, y lo hace con dignidad y precisión, sin mencionar al autor de la masacre ni contarnos nada sobre su vida.

       
    Si lo hubiera hecho, sabríamos que Charles Whitman tenía un tumor cerebral aunque él lo ignoraba, pero que algunos exámenes médicos señalaron como maligno y situaron en la zona emocional del cerebro. Seguramente el tumor le hubiera matado en poco tiempo y no sabemos qué hubiera ocurrido si se le hubiera diagnosticado antes… pero esa es otra historia. La animación rotoscópica es muy realista, tanto que nos acercan a los personajes con la edad que tenían entonces, su estado de ánimo, sus sentimientos e ilusiones. Y es que algunos de los personajes reales están ahí para evocar aquél día aciago que, aunque distante, ha dejado una huella indeleble en todos lo que sobrevivieron o estuvieron allí para narrar el inmenso drama que se vivió.  

      
   Claire Wilson es el alma de la función, pero en el suceso tuvieron un papel preponderante otros personajes: un adolescente repartidor de periódicos que fue alcanzado por una bala, dos policías, una joven que se acercó hasta Claire y se quedó tendida junto a ella en el suelo del campus, un dependiente de unos grandes almacenes que subió a la torre con los policías, un estudiante de 21 años que junto a un amigo ayudó a Claire y un locutor de radio que narraba y advertía de cómo se iban desarrollando los acontecimientos. Después del terrible episodio, todos los involucrados perdieron el contacto, eran otros tiempos, pero la herida sigue abierta hoy, y Tower sólo puede servir de catarsis y desahogo… de consuelo purificador que hace aflorar las lágrimas al rememorar la estancia en un infierno sobrevenido en un ya lejano día de verano. Una película espléndida.