"TOKYO DECADENCE" (Ryu Murakami, 1992)
Para ser un director japonés, Ryu Murakami no es un autor prolífico. Debutó en el año 1979 con el drama Almost Transparent Blue, y desde entonces sólo ha realizado cinco largometrajes, el último en 1996, Kyoko. En 1992 estrenó su película más conocida en Occidente, Tokyo Decadence, un drama erótico que nos presenta a Ai (Miho Nikaido) una bella y tímida universitaria de 22 años que ejerce de prostituta especializada en BSDM (Bondage y Disciplina; Dominación y Sumisión; Sadismo y Masoquismo) y se dedica a satisfacer cualquier fantasía de sus ricos y poderosos clientes. Por muy perversa que ésta sea.
A pesar de su oficio, ella conserva cierta inocencia y no deja de sorprenderse ante las cosas que le obligan a hacer para ganarse su salario, y por ello se siente infeliz y sabe que debe encontrar otra vía para conseguir ingresos y de paso poder centrarse en Sudoh, el hombre que ama.
Tokyo Decadence nos presenta en sus dos primeros tercios cuatro secuencias sexuales en las que se emplean dildos, espejos y se practica la asfixia erótica, en acciones que alternan a la mujer y el hombre en el papel de dominante o sumiso. No obstante, la historia gira sobre el amor no correspondido de Ai con un artista casado que rompió la relación con ella. En el comienzo de la función, Ai visita a una adivina que le da varios consejos. Uno de ellos es que encuentre una piedra rosa y forme con ella un anillo. Más tarde. Ai pierde el anillo y arriesga su vida para recuperarlo. En el último tercio vemos a la protagonista bajo la influencia de una droga dirigiéndose a la casa del artista por el que suspira, pero no revelaré como se resuelve el tema de la bella e ingenua prostituta y el artista.
Película al mismo tiempo erótica y enfermiza, Tokyo Decadence basa todo su efecto en explotar la inocencia de Ai, su búsqueda de la pureza del amor y el contraste con la visión perversa del Tokyo nocturno, rebosante de vicios y tentaciones. Un Tokyo tan moderno como inquietante, atravesado por chillonas luces de neón, consumista y sin alma. Murakami combina lo bizarro y obsceno con un impactante look visual, para otorgar vida y atmósfera a una historia ceremoniosa; el ritualismo de la cultura japonesa y las secretas perversiones nocturnas. Estamos, amigo lector, ante un film de indudable tono voyeurista (observen las imágenes), un artefacto ideado para fetichistas redomados que ven en Ai y su proyección como animal sexual irresistible su sueño más codiciado… Sin dibujos profundos de personajes, pero con una mirada lasciva, enfermiza y, tal vez debido a ello, sugerentemente frívola.