A Sandra Bullock jamás la habíamos visto despelotarse (a sus 45 años entonces y 52 ahora) como en esta intrascendente comedia titulada La proposición (The Proposal, Anne Fletcher, 2009), un tan convencional como desechable comedia romántica en la que Bullock da vida a la insoportable Margaret, una famosa e influyente editora de Nueva York, que debido a un problema con su visado está a punto de ser deportada a su país de origen, Canadá.
Para evitarlo, la avispada ejecutiva declara que está comprometida con su joven ayudante, Andrew (Ryan Reynolds) al que durante años ha sometido a toda clase de humillaciones. Andrew está dispuesto a colaborar en la farsa si se aceptan algunas de sus condiciones. Así, ambos viajan a Alaska para que Margaret conozca a la peculiar familia de él, mientras que un agente de inmigración sigue los pasos de la pareja, sospechando que la prepotente ejecutiva prepara un enlace de conveniencia.
Comedia rebosante de tópicos, La proposición resultó un bombazo en taquilla convirtiéndose en la mejor película apertura de toda la carrera de Sandra Bullock, tal vez porque se corrió la voz de que aparecía casi desnuda. La trama no contiene nada nuevo bajo el sol: una pareja que se odian en su relación laboral y que acaban enamorándose tras montar una farsa bastante inverosímil. Y la verdad es que la química entre Reynolds y Bullock funciona, pero el relato cae víctima de la sensiblería típica de estos artefactos, y sólo me arrancan algunas sonrisas los gags en los que aparece la abuela tan especial del protagonista. Ya saben, situaciones absurdas y alocadas, un final previsible y una denuncia en la que casi nadie reparó: el chantaje y abusos de la jefa hacia su subordinado.