"HOTEL CHEVALIER" (Wes Anderson, 2007)
En el año 2007 Wes Anderson estrenó una comedia tan ácida como dramática titulada Viaje a Darjeeling (The Darjeeling Limited) que nos narra la historia de tres hermanos, Francis, Peter y Jack (Owen Wilson, Adrien Brody y Jason Schwartzman) que con el tiempo se fueron distanciando y ya ni siquiera se hablan. La muerte del padre es el detonante que les vuelve a reunir con la voluntad de estrechar los lazos familiares. A Francis, el mayor, no se le ocurre mejor idea para ello que un viaje en tren por la India a bordo del Darjeeling Limited, la línea ferroviaria que recorre el país de un extremo a otro. Una vez en el tren, comienzan pronto las disputas verbales e incluso físicas. Y su comportamiento llega a tal extremo que incluso son obligados a apearse del tren. Así, abandonados a su propia inventiva, comienza para los tres un viaje que nunca habían imaginado.
Hotel Chevalier es un cortometraje que actúa de prólogo de esta irregular y por momentos ingeniosa comedia, una rara avis si no estuviera firmada por ese perro verde llamado Wes Anderson, que consiguió armar un artefacto hermoso visualmente y punteado por algunos gags muy ingeniosos. Bill Murray tuvo una aparición estelar en la función, y el título en español provoca el equívoco porque Darjeeling no es ningún lugar sino un tren legendario. Hotel Chevalier, que nos muestra la relación entre Jack Whitman(Jason Schwartzman) y su extraña novia (Natalie Portman) es una precisa y en cierto modo preciosa pieza introductoria rodada con un tono intimista tan parca en diálogos como cálida en los gestos de la pareja protagonista y la escenografía, pincelada con un extasiante cromatismo en el que domina el amarillo.
El escenario es una habitación de un lujoso hotel de París, y en el cortometraje aflora el absurdo, la impostura, el surrealismo y la mordacidad inherentes al universo del director, que sólo necesita del andamiaje de una peculiar historia de amor para lanzar a la deriva de los sentimientos una espiral de amores y desengaños, de pasión y recelos. Y aunque todo ello late con sutileza en los 13 minutos de metraje, la lacónica propuesta es todo un tesoro que cincela con maestría sublime la belleza y sensualidad de Natalie Portman. Todo ello condimentado con algunos apuntes técnicos prodigiosos (medidos travellings, el uso del ralentí y el ojo de pez…), una hipnótica fotografía y una música envolvente.