CHRISTINA RICCI EN “BLACK SNAKE MOAN” (2006)

      
         
    El director Craig Brewer debutó en el año 2005 con un film en torno al rap titulado Hustle & Flow, un relato que fue tildado en su momento de machista y que está protagonizado por Terrence Howard. Una aseada historia de redención con una potente banda sonora. Eso sí, Brewer la cagó con su remake de Footloose estrenado en 2011, pues si la película seminal de 1984 no era para tirar cohetes, éste subproducto parecía milimétricamente calculado para el fracaso. Tampoco la serie Empire(2015) de la que el Brewer  dirige algunos episodios y que tiene como fondo el negocio musical, pasará a la historia por su carácter memorable.

     
    Centrándonos en Black Snake Moan, una película cuyo guión está escrito por el propio director y nos sitúa en un pequeño y típico pueblo de Tennessee. Allí, el viejo blusman Lazarus (Samuel L. Jackson) recoge a la joven Rae (Christina Ricci) que yace medio muerta al borde de la carretera. Rae, víctima de su voraz apetito sexual, tiene mala fama en el pueblo. De modo que Lazarus decide secuestrarla para intentar contener su furor uterino. Comienza a sí una aventura en común que les lleva a enfrentarse a sus respectivos demonios, pero la situación se complica cuando aparece Ronnie (Justin Timberlake) el novio de Rae.

   
    Con la crítica dividida, Black Snake Moan representó un soplo de aire fresco en una actualidad cinematográfica muy constreñida aunque el relato se impone como una fábula moral que deriva del ejercicio de redención que llevarán a cabo tanto el viejo Lazarus, náufrago ante la pérdida de su amada Rose, como de Rae, una ninfómana que arrastra el brutal trauma de los abusos a que fue sometida por parte de su padrastro.

  
      Lazarus tiene una misión e intenta contener la erupción volcánica que surge de entre las piernas de Rae (machacar a la serpiente a la que alude el título y que es el símbolo del demonio), una fogosidad que ella no puede controlar. Estas dos almas perdidas, tan diferentes, recorrerán juntos los páramos oscuros por donde acechan  los demonios para enfrentarse a ellos y llevar a cabo un ejercicio de expiación que libere sus espíritus. Ni que decir tiene (a la vista está) que Christina Ricci está super sexy en braguitas, con un minitop y atada a unas cadenas (con el carácter icónico que tiene tan fetichista instrumento), dotando a la acción de una carga bestial de erotismo en su relación con el veterano cantante de jazz, que en determinadas ocasiones sobrepasa la el ambiguo tono paternofilial que establece el director entre los dos personajes.

   
     Christina Ricci (12 de febero de 1980, Santa Mónica, California) lleva mucho tiempo refugiada en la televisión. Con su 1´53 m de estatura, esta actriz hija de un abogado y una ex modelo de Ford, debutó junto a Cher en la comedia Sirenas (Richard Benjamin, 1990) y se consolidó en las dos entregas de La familia Adams dirigidas por Barry Sonnenfeld en 1991 y 1993. Los mejores títulos de su filmografía son La tormenta de hielo (Ang Lee, 1997), Buffalo´66 (Vincent Gallo, 1998), Miedo y asco en Las Vegas (Terry Gilliam, 1998) Sleepy Hollow (Tim Burton, 1999) y Monster (Patty Jenkins, 2003). Los fans de Ricci esperamos verla pronto en la pantalla grande aunque sabemos que eso no depende de ella, pues actrices con una belleza más deslumbrante no me han generado tanta picazón y trastorno.