TOO LATE êêê
Ejercicio de estilo y pulcro ejemplo de moderno cine noir, Too Late nos presenta a un detective privado con problemas, Mel Sampson (John Hawkes) que debe localizar el paradero de una mujer desaparecida, Dorothy (Crystal Reed) de la que ha recibido una alarmante llamada y cuyo recuerdo pertenece a su propio pasado. Debut en el largometraje del director y guionista Dennis Hauck (sólo ha dirigido el mediometraje A´ls Beef y el cortometraje Sunday Punch) con un relato filmado en 35 mm (que imprime a la acción una bella textura), dividido en cinco episodios no secuenciales que destacan porque cada uno de ellos está rodado en una sola toma.
Con una fotografía bellísima, la trama está muy conseguida porque, a diferencia de otras películas de parecida temática, vemos que desde el momento en el que el investigador recibe la llamada de la hermosa joven pidiendo ayuda (posteriormente veremos cómo es asesinada) el núcleo argumental se centra en el aspecto emocional de los personajes, y no, como suele ocurrir, en la pura investigación del caso. Como figurantes de la historia vemos desfilar una serie de variopintos personajes que dan lugar a algunasde escenas surrealistas e imprevisibles que dotan a la acción de un toque marciano. El desarrollo de la acción nos aboca a un final que si no impredecible al menos sí coherente y chispeante.
Too Late es una rara avis de tono pulp en la que encontramos claras resonancias al cine de Tarantino (la inclusión de intérpretes que ya han trabajado con él como Robert Forster, Sydney Tamiia Poitier y los diálogos excesivamente dilatados aunque no tan ingeniosos), y también al cine de Robert Altman en películas como Vidas cruzadas (Short Cuts 1993), con la que mantiene análoga estructura y extraños episodios de una violencia tan seca como inesperada.
Las mujeres hermosas se imponen como otro de los mayores alicientes del film, toda una pasarela de actrices preciosas como Crystal Reed, Natalie Zea, Sydney Tamiia Poitier, Dichen Lachman y, por supuesto, la supersexy Vail Bloom. Pero el protagonismo es para John Hawkes, que da el do de pecho encarnando a un detective delgadísimo y demacrado, un tipo autorreflexivo que sigue la política de “menos es más” pero que en todo momento resulta convincente a pesar de su quebradizo aspecto físico y tiene más vidas que un gato.
Un investigador melancólico y castigado por la vida que busca respuestas entre la fauna excéntrica de Los Ángeles. La función tiene un ritmo pausado y Hauck se muestra tortuoso en su narrativa no lineal pero hábil para conectar a los personajes y entrelazarlos con una historia en donde un club de striptease, las míticas colinas de Hollywood, un suicidio y varios asesinatos componen las piezas de un puzzle cuya trama queda siempre opacada por el perfil magnético de los personajes y el cautivador estilo de una cámara enamorada de los personajes.